El pensamiento conservador antiliberal chileno, tanto en sus variantes nacionalistas como corporativistas, constituye una corriente tributaria de análogas tendencias europeas, habiéndose generado a comienzos del siglo XX mediante una recepción de las mismas. De allí que se inscriba dentro de la corriente excluyente del pensamiento político occidental, en abierta oposición a la línea inclusiva y tolerante emanada de la Ilustración, cuya herencia, por lo demás, rechaza.